Don Mario era padre de dos hijos, Gerson y Jonathan, ambos trabajaban en la mueblería que tenía su padre, un negocio familiar donde habían prosperado mucho con el paso del tiempo, Gerson el hijo mayor se encargaba de la administración y los pedidos, Jonathan el hijo menor era el negociante y jefe de personal, ambos eran exitosos y muy conocidos en la ciudad, su padre había logrado que su apellido fuera muy respetado en el pueblo.
Cada
domingo asistían a la iglesia, servían a la comunidad y hacían obras de
caridad, pero Jonathan era muy inquieto, le llamaba la atención la vida
nocturna y conocer el mundo, cada día se sentía más frustrado, encarcelado en
un mundo pequeño, él quería viajar por el mundo, conocer lugares famosos,
quizás ser un youtuber o Influencer, disfrutar la vida, tener muchas chicas y
darse los lujos y gustos que su juventud anhelaba, pero estaba atado a una vida
rutinaria y familiar, a un lugar estable y aburrido, a un pueblo que sentía que
ya no tenía nada que ofrecerle.
Entonces
comenzó a pedirle a su padre que le diera su herencia en vida, porque quería vivir
su vida, disfrutar de su parte ahora que era joven, no quería esperar a que el
padre muriera.
Don
Mario le negó su petición, le dijo que no era correcto y que aún no era tiempo
de darle su parte, pero Jonathan insistía cada día, así lastimaba el corazón de
su padre, viviendo en rebeldía, en quejas, murmuraciones, mostrando su
incomodidad y frustración, haciendo todo de mala gana, hasta que un día don
Mario cansado y con un corazón lastimado por la rebeldía de su hijo, accedió en
darle su parte de la herencia, todos en la familia trataron de persuadirlo,
sabían que Jonathan la echaría a perder, que era un error, don Mario estaba
consiente de todo eso, aun en contra de su voluntad le dio la parte de la
herencia a Jonathan.
Cuando
llegó el tiempo de recibir su heredad, Jonathan hizo maletas y abandonó su
pueblo y la mueblería familiar, dando un abrazo a su padre don Mario y a su
hermano Gerson y demás familiares, comenzó a viajar por el mundo, dándose
gustos, lujos y antojos, gastando el dinero en viajes, hoteles, casinos,
mujeres, drogas y cuanta cosa se le ofrecía.
De
un momento a otro estaba rodeado de nuevos amigos que lo acompañaban a sus
fiestas, que le presentaban chicas y lo encaminaron en el mundo nocturno de las
fiestas y la perdición, todo era como él quería y lo gozaba, rápidamente se
olvidó de su familia y de su pueblo.
Pero
su vida comenzó a decaer, el dinero de repente había sido gastado, al verse en
la quiebra sus amigos lo abandonaron, las chicas ya no querían estar con él, ya
no tenía dinero para hoteles ni viajes, estaba en una ciudad lejana, sin nadie
que lo ayudara, ahora era adicto a las drogas, al alcohol, y estaba destruido
físicamente, era irreconocible, de repente con el dinero se fueron todos y
quedo solo.
Un
día comenzó a pedir dinero en las calles donde fue golpeado por otros
vagabundos, se sintió humillado y desprotegido, tirado en la calle con mucha
hambre y frio, miraba la basura de los restaurantes, y anhelaba comer de las
sobras de los clientes pues no tenía dinero ni para un plato de comida.
Entonces
Jonathan recordó los días en la casa de don Mario, la admiración que tenia de
la gente, las cenas por las noches, las comidas de su madre, las salidas a
restaurantes con su hermano Gerson, y lloró profundamente, arrepentido, lleno
de vergüenza por cómo había destruido su vida, ahora era un fracaso, un
vagabundo, y pensó en volver a casa, aunque ya no lo vieran como hijo, pensó en
pedir trabajo en la mueblería, aunque ya no le dieran su puesto de jefe, aunque
solo fuera un empleado común, pero él sabía que ahí iba a estar mejor de lo que
ahora estaba.
Entonces
pidió un aventón en las calles con un rotulo que decía “Ayúdame a volver a Casa”, y de aventón en aventón logró llegar
hasta su pueblo, su padre estaba en la parte de enfrente de su casa, como lo
hacía cada día desde que Jonathan se había ido, él oraba a Dios y tenía la
esperanza de que algún día su hijo desaparecido volvería a él, don Mario no
tenía idea de la sorpresa que estaba por suceder, algo que el llamaría “un
milagro”.
Mientras
tomaba su taza de café, su esposa estaba en la cocina preparando la cena, don
Mario se balanceaba en su silla mecedora, cuando a lo lejos ve una silueta
acercarse por el camino que daba a su casa, era un hombre delgado, maltratado,
sucio, con su ropa rota y apestosa, era difícil reconocerlo pues tenía la barba
larga, su cabello despeinado.
Un
hombre que trabajaba en su casa como jardinero le dijo: “Don Mario, ¿Quiere que
ahuyente a ese vagabundo de su propiedad?”
Don
Mario le dijo: “No, espera a que se acerque, dale algo de comida y después que
se valla”
Pero
entre más se acercaba el vagabundo, más sentía una corazonada don Mario, cuando
pudo reconocer que era su hijo Jonathan, don Mario lanzó su periódico al suelo,
su taza de café cayo quebrándose y se apresuró corriendo hacia él dando gritos
diciendo: “Es mi hijo, es mi hijo”.
El
jardinero corrió detrás de don Mario, su esposa se asomó a la puerta asustada
al escuchar el alboroto, don Mario sin pensarlo abrazó al muchacho, ambos
lloraban, Jonathan lloraba de vergüenza y arrepentimiento, don Mario lloraba de
felicidad, agradeciendo a Dios por permitirle ver a su hijo regresar a casa,
fue el abrazo más fuerte, más afectuoso y más importante de sus vidas.
Jonathan
estaba asombrado con lo que pasaba, y cayendo de rodillas humillado le dijo,
padre perdóname, he pecado contra ti y contra Dios, destruí mi vida, eche a
perder mi herencia, y ahora soy un perdedor, un fracaso, acéptame como un trabajador
en la mueblería.
Don
Mario le dijo entre lágrimas, yo te perdono, eres mi hijo y has vuelto a casa,
te he esperado cada día desde que te fuiste, todos los días clamaba a Dios por
ti, ahora has vuelto, ahora estas aquí, eso es lo único que importa.
Entonces
le dijo a su trabajador, prepara la mejor ropa, denle su habitación, y hagamos
una fiesta, vamos a celebrar que mi hijo estaba desaparecido y ha vuelto a
casa, lo creímos muerto y ahora vive, celebraron el regreso de mi hijo a casa.
Al
terminar la fiesta, Jonathan se fue a descansar a su cuarto y en el tocador,
junto a la foto familiar puso el pedazo de cartón sucio, el cual decía en el
peor día de su vida: “Ayúdame a volver a
casa”.
De
esta forma jamás olvidaría que el mejor lugar siempre será la casa del padre.
(Historia
por Anthony Hernández, basada en la parábola del hijo prodigo en Lucas 15:
11-32)
Un Consejo Bíblico
(Eclesiastés
12: 1-7 NTV)
No
dejes que la emoción de la juventud te lleve a olvidarte de tu Creador. Hónralo
mientras seas joven, antes de que te pongas viejo y digas: «La vida ya no es
agradable»
Acuérdate
de él antes de que la luz del sol, de la luna y de las estrellas se vuelva
tenue a tus ojos viejos, y las nubes negras oscurezcan para siempre tu
cielo.
Acuérdate
de él antes de que tus piernas empiecen a temblar, y tus hombros se encorven.
Acuérdate
de él antes de que tus dientes dejen de moler, y tus pupilas ya no vean con
claridad.
Acuérdate
de él antes de que la puerta de las oportunidades de la vida se cierre y disminuya
el sonido de la actividad diaria.
Acuérdate
de él antes de que tengas miedo de caerte y te preocupes de los peligros de la
calle; antes de que el cabello se te ponga blanco como un almendro en flor y
arrastres los pies sin energía como un saltamontes moribundo.
Acuérdate
de él antes de que te falte poco para llegar a la tumba —tu hogar eterno— donde
los que lamentan tu muerte llorarán en tu entierro.
Sí,
acuérdate de tu Creador ahora que eres joven, antes de que se rompa el cordón
de plata de la vida, pues ese día el polvo volverá a la tierra, y el
espíritu regresará a Dios, que fue quien lo dio.
Mira este video
Bendiciones
Credo Producciones
credoproducciones@gmail.com
214-530-7524
Iglesia Cristiana Un Nuevo Amanecer
400 SW 31st, Oklahoma City, OK 73109
amaneceroklahoma@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario