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miércoles, 16 de septiembre de 2020

“Ayúdame a volver a Casa” - Anthony Hernández

 


Don Mario era padre de dos hijos, Gerson y Jonathan, ambos trabajaban en la mueblería que tenía su padre, un negocio familiar donde habían prosperado mucho con el paso del tiempo, Gerson el hijo mayor se encargaba de la administración y los pedidos, Jonathan el hijo menor era el negociante y jefe de personal, ambos eran exitosos y muy conocidos en la ciudad, su padre había logrado que su apellido fuera muy respetado en el pueblo.

Cada domingo asistían a la iglesia, servían a la comunidad y hacían obras de caridad, pero Jonathan era muy inquieto, le llamaba la atención la vida nocturna y conocer el mundo, cada día se sentía más frustrado, encarcelado en un mundo pequeño, él quería viajar por el mundo, conocer lugares famosos, quizás ser un youtuber o Influencer, disfrutar la vida, tener muchas chicas y darse los lujos y gustos que su juventud anhelaba, pero estaba atado a una vida rutinaria y familiar, a un lugar estable y aburrido, a un pueblo que sentía que ya no tenía nada que ofrecerle.
Entonces comenzó a pedirle a su padre que le diera su herencia en vida, porque quería vivir su vida, disfrutar de su parte ahora que era joven, no quería esperar a que el padre muriera.
Don Mario le negó su petición, le dijo que no era correcto y que aún no era tiempo de darle su parte, pero Jonathan insistía cada día, así lastimaba el corazón de su padre, viviendo en rebeldía, en quejas, murmuraciones, mostrando su incomodidad y frustración, haciendo todo de mala gana, hasta que un día don Mario cansado y con un corazón lastimado por la rebeldía de su hijo, accedió en darle su parte de la herencia, todos en la familia trataron de persuadirlo, sabían que Jonathan la echaría a perder, que era un error, don Mario estaba consiente de todo eso, aun en contra de su voluntad le dio la parte de la herencia a Jonathan.
Cuando llegó el tiempo de recibir su heredad, Jonathan hizo maletas y abandonó su pueblo y la mueblería familiar, dando un abrazo a su padre don Mario y a su hermano Gerson y demás familiares, comenzó a viajar por el mundo, dándose gustos, lujos y antojos, gastando el dinero en viajes, hoteles, casinos, mujeres, drogas y cuanta cosa se le ofrecía.
De un momento a otro estaba rodeado de nuevos amigos que lo acompañaban a sus fiestas, que le presentaban chicas y lo encaminaron en el mundo nocturno de las fiestas y la perdición, todo era como él quería y lo gozaba, rápidamente se olvidó de su familia y de su pueblo.
Pero su vida comenzó a decaer, el dinero de repente había sido gastado, al verse en la quiebra sus amigos lo abandonaron, las chicas ya no querían estar con él, ya no tenía dinero para hoteles ni viajes, estaba en una ciudad lejana, sin nadie que lo ayudara, ahora era adicto a las drogas, al alcohol, y estaba destruido físicamente, era irreconocible, de repente con el dinero se fueron todos y quedo solo.
Un día comenzó a pedir dinero en las calles donde fue golpeado por otros vagabundos, se sintió humillado y desprotegido, tirado en la calle con mucha hambre y frio, miraba la basura de los restaurantes, y anhelaba comer de las sobras de los clientes pues no tenía dinero ni para un plato de comida.
Entonces Jonathan recordó los días en la casa de don Mario, la admiración que tenia de la gente, las cenas por las noches, las comidas de su madre, las salidas a restaurantes con su hermano Gerson, y lloró profundamente, arrepentido, lleno de vergüenza por cómo había destruido su vida, ahora era un fracaso, un vagabundo, y pensó en volver a casa, aunque ya no lo vieran como hijo, pensó en pedir trabajo en la mueblería, aunque ya no le dieran su puesto de jefe, aunque solo fuera un empleado común, pero él sabía que ahí iba a estar mejor de lo que ahora estaba.
Entonces pidió un aventón en las calles con un rotulo que decía “Ayúdame a volver a Casa”, y de aventón en aventón logró llegar hasta su pueblo, su padre estaba en la parte de enfrente de su casa, como lo hacía cada día desde que Jonathan se había ido, él oraba a Dios y tenía la esperanza de que algún día su hijo desaparecido volvería a él, don Mario no tenía idea de la sorpresa que estaba por suceder, algo que el llamaría “un milagro”.
Mientras tomaba su taza de café, su esposa estaba en la cocina preparando la cena, don Mario se balanceaba en su silla mecedora, cuando a lo lejos ve una silueta acercarse por el camino que daba a su casa, era un hombre delgado, maltratado, sucio, con su ropa rota y apestosa, era difícil reconocerlo pues tenía la barba larga, su cabello despeinado.
Un hombre que trabajaba en su casa como jardinero le dijo: “Don Mario, ¿Quiere que ahuyente a ese vagabundo de su propiedad?”
Don Mario le dijo: “No, espera a que se acerque, dale algo de comida y después que se valla”
Pero entre más se acercaba el vagabundo, más sentía una corazonada don Mario, cuando pudo reconocer que era su hijo Jonathan, don Mario lanzó su periódico al suelo, su taza de café cayo quebrándose y se apresuró corriendo hacia él dando gritos diciendo: “Es mi hijo, es mi hijo”.
El jardinero corrió detrás de don Mario, su esposa se asomó a la puerta asustada al escuchar el alboroto, don Mario sin pensarlo abrazó al muchacho, ambos lloraban, Jonathan lloraba de vergüenza y arrepentimiento, don Mario lloraba de felicidad, agradeciendo a Dios por permitirle ver a su hijo regresar a casa, fue el abrazo más fuerte, más afectuoso y más importante de sus vidas.
Jonathan estaba asombrado con lo que pasaba, y cayendo de rodillas humillado le dijo, padre perdóname, he pecado contra ti y contra Dios, destruí mi vida, eche a perder mi herencia, y ahora soy un perdedor, un fracaso, acéptame como un trabajador en la mueblería.
Don Mario le dijo entre lágrimas, yo te perdono, eres mi hijo y has vuelto a casa, te he esperado cada día desde que te fuiste, todos los días clamaba a Dios por ti, ahora has vuelto, ahora estas aquí, eso es lo único que importa.
Entonces le dijo a su trabajador, prepara la mejor ropa, denle su habitación, y hagamos una fiesta, vamos a celebrar que mi hijo estaba desaparecido y ha vuelto a casa, lo creímos muerto y ahora vive, celebraron el regreso de mi hijo a casa.
Al terminar la fiesta, Jonathan se fue a descansar a su cuarto y en el tocador, junto a la foto familiar puso el pedazo de cartón sucio, el cual decía en el peor día de su vida: “Ayúdame a volver a casa”.
De esta forma jamás olvidaría que el mejor lugar siempre será la casa del padre.
 
(Historia por Anthony Hernández, basada en la parábola del hijo prodigo en Lucas 15: 11-32)
 
 
Un Consejo Bíblico
(Eclesiastés 12: 1-7 NTV)
No dejes que la emoción de la juventud te lleve a olvidarte de tu Creador. Hónralo mientras seas joven, antes de que te pongas viejo y digas: «La vida ya no es agradable» 
Acuérdate de él antes de que la luz del sol, de la luna y de las estrellas se vuelva tenue a tus ojos viejos, y las nubes negras oscurezcan para siempre tu cielo. 
Acuérdate de él antes de que tus piernas empiecen a temblar, y tus hombros se encorven.
Acuérdate de él antes de que tus dientes dejen de moler, y tus pupilas ya no vean con claridad.
Acuérdate de él antes de que la puerta de las oportunidades de la vida se cierre y disminuya el sonido de la actividad diaria.
Acuérdate de él antes de que tengas miedo de caerte y te preocupes de los peligros de la calle; antes de que el cabello se te ponga blanco como un almendro en flor y arrastres los pies sin energía como un saltamontes moribundo.
Acuérdate de él antes de que te falte poco para llegar a la tumba —tu hogar eterno— donde los que lamentan tu muerte llorarán en tu entierro.
Sí, acuérdate de tu Creador ahora que eres joven, antes de que se rompa el cordón de plata de la vida, pues ese día el polvo volverá a la tierra, y el espíritu regresará a Dios, que fue quien lo dio.

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Bendiciones

Anthony Hernandez
Credo Producciones
credoproducciones@gmail.com
214-530-7524

Iglesia Cristiana Un Nuevo Amanecer
400 SW 31st, Oklahoma City, OK 73109
amaneceroklahoma@gmail.com


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